24 Feb Santiago de Compostela
Existen lugares mágicos dónde vale la pena perderse para volver a encontrarse… y este es uno de ellos.
Compostela late ante los ojos del que la visita y transmite esa sensación de vida que permite el brillo en un mirar, la respiración agitada o el buen sentir…. La belleza de su casco antiguo y su encanto empedrado hace que entornando los ojos durante un paseo, puedas descubrir pequeños rincones oscuros llenos de promesas al oído, de besos de amantes… al paso, altas paredes aparecen esculpidas de historias y leyendas…
detalles, o escudos señoriales… de meigas que todo lo vigilan.
detalles, o escudos señoriales… de meigas que todo lo vigilan.
En este lugar la lluvia se ha vuelto arte y ha cubierto la ciudad de grandes soportales que guarecen al visitante y dan abrigo a los que pisan los charcos… Aquí el paso del tiempo desaparece ante la fría piedra y lo envuelve todo con un aire de melancolía que te roba el corazón para siempre… los zapatos de tacón suenan bonito, y tu reflejo en la calle mojada torna especial como nunca lució.
Su gente hospitalaria invita al abrazo, tienen el alma acostumbrada a las visitas, y los ojos tiernos que todo el mundo desearía encontrar al final del camino.
La plaza del Obradoiro acuna a la Catedral que se alza majestuosa entre la emoción que desprenden los que la visitan una y otra vez. Sus torres se dibujan en el cielo y a través de los cristales de sus vidrieras se pueden ver amontonados el esfuerzo e ilusión de los peregrinos, el ambiente de promesas y esperanza se mezcla con mochilas de colores y conchas de vieiras dándole un matiz especial al entorno, cómo si una pequeña fiesta se fraguase hora tras hora en las entrañas de esta pequeña ciudad.
La puerta Santa, el pórtico de la Gloria, el Apóstol Santiago… posan día tras día ante millones de cámaras dando lo mejor de si, y el tiempo pasa… y todo permanece igual de especial… igual de bonito.
Éste es el único lugar del mundo dónde se guardan colas para abrazar…
Cuándo la noche cae en Compostela, la ciudad sigue respirando y de las esquinas surgen cantautores que pueblan los pequeños locales de la zona, con sus músicas y sus guitarras, le cantan a los ojos negros de las meniñas, a la morriña que sienten los que se han marchado… y te regalan una estrella con deseo por cada copa que siempre sabe a poco…
… y es en este momento, ante la grandiosidad de mi ciudad, cuándo ese “ojalá estuvieses aquí para verlo” me recorre por dentro.
… y es en este momento, ante la grandiosidad de mi ciudad, cuándo ese “ojalá estuvieses aquí para verlo” me recorre por dentro.
Texto: Esther Durán
Fotos: Martín Rendo